…Ningún
hombre que se respete puede aceptar irreflexivamente la realidad de la vida
humana, ni puede, luego de reflexionar, huir de ella irresponsablemente.
…escribo como escribo, sencillamente para matar el tiempo y para
divertir a una mente que, no obstante todos mis esfuerzos, continúa siendo
susceptible a la tentación de regalarse con los placeres del intelecto.
Leemos
tan sólo con los ojos y no con la imaginación; no nos tomamos la molestia de
volver a convertir la palabra impresa en la imagen viva. Y hacemos esto,
pudiera añadir, en propia defensa. Pues aunque leemos un número inmenso de
palabras, novecientas noventa, de cada mil, no son merecedoras de ser leídas más
que de manera superficial, con el ojo nada más. Nuestra lectura distraída de
sandeces nos acostumbra a leer incluso los libros buenos con descuido y falta
de atención.
…la
consciencia es, en el individuo, el guardián de las reglas que la comunidad ha
creado para su propia conservación. Es el policía de nuestros corazones, el
cual nos vigila para que no quebrantemos las leyes. Es el espía que permanece
sentado en la fortaleza principal de nuestro Yo. El deseo que el hombre siente
de lograr la aprobación de sus conciudadanos es tan poderoso y su temor a las
censuras tan violento, que él mismo ha introducido en su interior a su enemigo
y permanece observándole, vigilando constantemente los intereses de su amo para
aplastar cualquier incipiente deseo de apartarse del rebaño. Obliga al hombre a
anteponer el bien de la sociedad al suyo propio. Es el vínculo más fuerte que
une al individuo con el todo.
Y el
hombre, al servir los intereses que ha reconocido como más importantes que los
suyos propios, se hace esclavo de ese amo. Lo sienta en el sitio de honor. Y,
finalmente como un cortesano que se inclina servilmente ante el cetro que
blanden sobre su cabeza, se enorgullece de la sensibilidad de su consciencia. Y
no dispone de palabras lo suficientemente duras para calificar al individuo que
no reconoce el imperio de la consciencia. Ya que como miembro de la sociedad
comprende que contra tal individuo se encuentra indefenso.
Algunos
buscan el Camino en el opio y otros en Dios; algunos en el whisky, y en el amor
otros. Pero siempre es el mismo camino que no conduce a ninguna parte.
Pero ¿hay en mí algún bien que dure? ¿Nada más hay entre el nacimiento y
la muerte que lo que puedo sacar de esta perversidad, sólo un balance favorable
de emociones desordenadas ¿Ninguna libertad? ¿Sólo impulsos? Y, ¿qué hay de
todo el bien que guardo en el corazón; acaso nada significa éste? ¿Se trata sencillamente
de un chiste? ¿O es una falsa esperanza que le hace a uno sentir la ilusión de
que uno vale algo? De modo que sigo luchando conmigo mismo.
Hay
siempre en movimiento una inmensa actividad humana que todo lo emporca. La muerte
vigila sin cesar. De modo que si uno tiene alguna felicidad, más vale
ocultarla. Y cuando nuestro corazón está pleno, más vale tener la boca cerrada.
Adiós
al mundo y la
noche, adiós. Los
que vamos camino de la muerte ¿A
qué nos compararemos? ¿Al
rocío en el camino que pasa
por los campos de Adashi y
que desaparece con cada paso hacia
adelante? Este
sueño de un sueño es doloroso.
(Kono yo no nagori
Yo mo nagori Shini ni yuku mi wo Tatóreba Adashi ga hara no Michi no shimo Hitoashi zutsu ni Kiete yuku Yume no yume koso Aware nare).